Carlos A. La Rosa Lama
La seguridad alimentaria es fundamental para la vida y la
salud de las personas, cualquiera sea su edad, lugar de residencia u ocupación
que desempeña. De allí la importancia que le deben asignar las personas y el
Estado, teniendo en cuenta que los pobladores de cada lugar no pueden producir
y disponer de todos los alimentos que requieren.
Esto implica que las empresas y los gobiernos deben
incentivar el comercio – justo y saludable de los alimentos, sobretodo de lo
que implique aprovechamiento de tratados internacionales sean con países de la
región de igual o similar nivel de desarrollo, o con los países
industrializados, los que irónicamente suelen otorgar subsidios abiertos o encubiertos
a sus empresas, a pesar de las prohibiciones y restricciones aprobadas
mundialmente.
En el caso de América Latina y el Caribe, hay producción
de alimentos para satisfacer la demanda de su población, pero a pesar de ello
se registra una fuerte cantidad de importaciones de alimentos para consumo
humano, lo cual es un contrasentido que los gobiernos deben superar. Estas
importaciones vienen, en gran medida, de países fuera de la región, por lo que
es una salida neta de divisas, tan necesarias para la producción interna de
alimentos y otros bienes y servicios. Tampoco
se logra un adecuado equilibrio de exportaciones – importaciones norte -
sur dentro de América Latina y el Caribe, siendo que los países del sur
exportan más de lo que importan de los otros, sobretodo Argentina, Uruguay y
Brasil. Los que más importan son Brasil, Chile, Venezuela, Colombia y el Perú.
En el caso de nuestro país, las importaciones llega a más de US$ 2,500 millones
y su potencial de sustitución de importaciones extrarregionales por
intrarregionales puede llegar a los US$ 1,200 millones.
Falta implementar medidas más agresivamente equitativas
que incentiven el mejoramiento y crecimiento de complementariedades en la
producción e intercambio de alimentos entre los países de la región, lo cual
traería consecuencias extraordinariamente importantes: mitigar el hambre,
reducir la vulnerabilidad e inseguridad alimentaria y disminuir la salida de
divisas.
Teniendo en cuenta la necesidad de importaciones de
alimentos, la apreciación del dólar se constituye en un elemento muy
significativo en la elevación del precio de estos, notándose más en productos
básicos como azúcar, frutas y carnes, que inciden en el nivel general de
precios, presionando el alza de la inflación. El índice de precios al
consumidor ha subido de la mano de la apreciación del dólar y la
correspondiente devaluación de nuestra moneda o moneda nacional(m/n), el sol ,a
pesar de las intervenciones del Banco Central de Reservas en su lucha por
mantener estable el tipo de cambio, que es uno de los precios principales de la
economía nacional.
En caso de hacer un análisis por ciudades, se observa que
la realidad es similar a la que se registra a nivel nacional, con un incremento
desigual entre las principales ciudades del país.. Entre las ciudades más
afectadas por el alza de precios se encuentran Cajamarca, Tumbes y Piura, que
coincidentemente con la inclusión de Lambayeque y Chiclayo han sido de las más
afectadas con la ocurrencia del fenómeno de El Niño Costero de principios del
año pasado..
Hay necesidad de implementar medidas preventivas y
correctivas, teniendo en cuenta la vulnerabilidad de las diversas regiones ante
fenómenos igualmente diversos, lo que implica la existencia- bastante escasa en
los gobiernos de nivel nacional, regional y local- de conocimiento crítico y
honradez dura e inflexible.
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