Carlos A. La Rosa Lama
La
agroexportación es una de las actividades que constituyen base sostenida del crecimiento económico de
nuestro país, la que por razones internas y externas ha crecido en medio de
contradicciones de carácter económico y social, por lo que día a día es materia
de debates entre académicos, políticos y empresarios. Es necesario destacar que
junto con la importancia de la captación de mano de obra que ella significa es
necesario contemplar igualmente los aspectos de justicia social, que deben ser
tomados en cuenta a la luz de los compromisos internacionales y las necesidades
de los trabajadores.
Es
necesario que el Estado enfrente decididamente el apoyo real y efectivo al
desarrollo de la actividad agroexportadora y luego igualmente a la de servicio,
en un nivel superior de desarrollo económico. Otro tanto debe hacer el sector
privado, pues uno y otro deben ir en pos de una reconversión de esta importante
actividad con miras a una mayor competitividad y diversificación productiva,
especialmente si se tiene en cuenta la voluntad de ser miembro de la OCDE..
Uno
de los aspectos de este apoyo multidimensional es el correspondiente al financiamiento,
mediante el crédito otorgado por instituciones financieras públicas y privadas,
en condiciones especialmente favorables sin caer en los subsidios prohibidos
por la OMC ( Organización Mundial de Comercio). Otro tanto podemos tener en
cuenta respecto a los sistemas
precosecha, cosecha y poscosecha, de tal manera que haya la mejor utilización
de los diversos factores de producción, con índices de productividad y
tratamiento personal similares a los que se registran en los países
desarrollados, pues luego de los años transcurridos ya es posible que esto
suceda.
El
crédito conveniente en cantidad, calidad y oportunidad, facilita y promueve la
realización de las inversiones necesarias para diversificar producción para
mercados diversificados, con nuevas tecnologías y mayor productividad y
rentabilidad que significan mayor competitividad.
Esto
resulta especialmente importante al tratar de incluir a los pequeños
agricultores en alianzas con las empresas medianas y grandes, en plan de organización
de clusters y cooperativas agroexportadoras.
Es
tiempo de utilizar adecuadamente una inclusión financiera intensiva y
extensiva, avanzando en la propiedad y gestión de las entidades financieras por
parte de los agricultores, haciendo más eficiente el financiamiento otorgado.
Vale decir, es necesario que la reconversión agraria y exportadora sea
acompañada por un nuevo sistema de financiamiento con nuevos paradigmas que tomen en cuenta no solo los intereses de
los banqueros y los empresarios beneficiarios de las operaciones crediticias,
sino también la sociedad en su conjunto.
Finalmente,
las empresas financieras y el gobierno deben estar advertidos que los pequeños
agricultores y la sociedad en su conjunto están atentos a cualquier operación que
piensen llevar a cabo contra los intereses de los agricultores y la economía
nacional.
En una palabra, es innovar la cultura de financiamiento que existe en nuestro país, que ciertamente se expande por todos los actores que actúan en este espacio económico y político, pues la actuación debe ser modificada para bien tanto en quienes conducen los unidades de producción como en los encargados de dsiseñar e implementar las políticas correspondientes.
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