jueves, 4 de octubre de 2018

DIOS SALVE AL PUEBLO Y TAMBIÉN EL ESTADO



Carlos A. la Rosa Lama

     El Dios de la bondad y el amor se hizo hombre para redimir a los hombres y para que tengan vida en abundancia, esto es, para que sean salvos y vivan felices, libres de privaciones materiales y espirituales. El cuida y asegura que esto se cumpla, salvo que los hombres decidan lo contrario. Muchas veces lo hacen.

     El Estado es creación histórica de los hombres, estos lo hicieron para que en nombre de la colectividad humana ejerza autoridad usando la fuerza coercitiva que tiene precisamente para asegurar la paz y armonía entre los diversos grupos humanos, confiándose en su legítima prudencia, eficiencia y solidaridad. Hasta que los más poderosos lo dejan. A veces, muchas veces, no lo dejan.

     Por fe, Dios es amigo de los humanos, los sirve y cuida en su desarrollo y bienestar aquí y ahora, y quiere que así sea por los siglos de los siglos. No por fe, sino por razón y justicia, el Estado también debe velar por el bienestar y desarrollo de los ciudadanos y ciudadanas de su jurisdicción, pero sucede que  esto no siempre es así, porque se pone al lado de los poderosos y abandona a los débiles , promoviendo injusticias que generan, a su vez, el justo reclamo de los desposeídos contra la alianza perversa del Estado y los poderosos basados sobretodo en la posesión de las riquezas, conseguidas al amparo o no de las leyes hechas por ellos mismos y aprobadas por su socio el Estado.

     Acá es donde deben entrar la Política y el Derecho, para que todas las normas del Estado protejan a los débiles y desheredados por los poderosos en busca del reequilibrio y armonía social. O sea, que el Estado debe ser amigable sobre todo con los vulnerables en manos de un mercado supuestamente impersonal y justo distribuidor de los bienes y servicios producidos por los hombres y mujeres, lo que no  suele ser cierto.

     El Estado debe dar buenas normas, implementarlas y controlar su aplicación, sancionando a quienes las infringen. Es un sistema de prevención, ejecución, control y evaluación con justicia y equidad.

El Estado es indispensable para la existencia y desarrollo de la sociedad, porque  la otra creación igualmente humana, el mercado, no es necesariamente justo asignador de los recursos y bienes producidos para la satisfacción de todos, aunque se pregone el paradigma de la libertad económica con libre mercado con competencia perfecta.

     Por eso, rogamos y exigimos que junto con el buen Dios, el Estado también salve al pueblo. Así es como la reforma del estado, muchas veces alejado y hasta opuesto al pueblo , debe tener una administración pública eficiente y equitativa que arregle los desatinos del mercado imperfecto y actuante en favor de los poderosos. Para eso se necesita una ciudadanía conciente, organizada y participativa, que junto con el estado sea la organizadora y protagonista de una sana gobernanza.








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